Son las tres de la tarde de hoy sábado, una intensa ola de
calor sacude la ciudad desde hace una semana o más, lo correcto sería decir que
la cuece como a fuego lento. Ni una ráfaga de aire que refresque este sopor que
percibo ahora mismo en la nuca, menos mal que no soy transpirador pero igual
siento esa incomodidad pringosa de la piel que parece sofocarse debajo de la
polera. Siento que ríos de grasa me bajan lentamente por el pescuezo mientras
voy caminando. El cálido escozor va en aumento. El cuello redondo de la prenda
me pesa tal cual una cabeza sometida al suplicio del cepo. Ni qué decir de los “clásicos”
jeans que me hacen sentir como embutido en pitillos. Quiero llegar de una vez a
casa y sumergirme en cualquier charco.
Retorno de una cita con el dentista. Mala pata fue pactar la
sesión para después del almuerzo y así tener libre el resto de la tarde. Los atardeceres
me agobian y me da infinita pereza tener que salir otra vez a cumplir con
cualquier actividad, a menos que alguien se esté muriendo. Y no, mi muela
tampoco se estaba muriendo para obligarme a acudir a esa hora. La impaciencia
por terminar de una vez con el tratamiento me jugó una mala pasada. Como
absoluto querendón del fútbol de alto nivel cometí el peor de los pecados
posibles: me perdí el Clásico español, y por sus connotancias históricas, uno
de colección para cualquier barcelonista.
Quinientos millones de hinchas disfrutaron de la fiesta
mientras yo aguardaba en la recepción de un consultorio. Entre todos los
olvidos, el peor, haberme olvidado el horario exacto del partido y hacerlo
coincidir con mi tratamiento. Mi salud y el hecho de que daba como casi seguro
ganador al Madrid habían inclinado la balanza para no postergar el otro tema. Fue
como obrar al revés: la razón se antepuso a la emoción, y aquí estoy lamentándolo
por primera vez.
Se cuenta que anoche el estadio cochabambino parecía un gigantesco concilio de alaridos. Y con las altas temperaturas reinantes
aquello habrá sido un infierno. Ya me imagino que cualquier despistado que
andaba por ahí habrá quedado con los tímpanos destrozados y no por culpa de los
potentes y gigantescos parlantes instalados en el escenario. Un listillo
perpetrador de hits pegadizos puso a delirar a miles de fanáticas teens y a sus no pocas madrecitas que
chillaban al unísono cada vez que el cuarentón vestido como veinteañero soltaba
sus acostumbrados quejidos de baladista Disney transformado en bachatero de última
hora. Y no le perdono a Juan Luis Guerra que se haya rebajado a grabar un dueto
con él. Los artistas de hoy cada vez poseen menos respeto por sí mismos. Y los
mierdosos Grammys son el perfecto síntoma.
No sé qué es peor en esta vida: si sufrir una experiencia tenebrosa en un concierto de Enrique Iglesias por acompañar a la novia o a esa
mina que se tiene entre ceja y ceja; o perderse un baile, el baile que le dio
el Barcelona al esperpéntico Madrid en su propia casa hace un par de horas, con
Messi casi como espectador de lujo, según me voy enterando. Mientras se
dilucida el asunto, me convenzo de que el pegajoso sudor de mi cogote necesita
urgentemente un chorro de agua fría. Aquí termino esto de una vez…que bajo la
ducha yo también puedo cantar como el susodicho.
El calor asfixiante te agota y cansa pero... Y el frio?
ResponderEliminarUn beso dulce de seda.
El frio (a menos que sea el polar) siempre es más llevadero desde todo punto de vista, hasta la comida sabe más apetitosa. El calor agobiante solo es soportable si se tiene una playa a la mano y una cerveza enterrada en la arena húmeda para despues del chapuzón. Abrazos.
EliminarBueno, José : todo pasa como un dolor de muelas. En estos tiempos del cable, consuélese con ver el partido en diferido y toméselo como un castigo por haber imaginado- solo por haber imaginado- la victoria del Madrid.
ResponderEliminarJa, ahora me entero que el bendito partido no lo pasaron ni en cable y prácticamente en Bolivia no lo vio nadie en directo, porque no tenemos el sistema del pay per view, y quedaba solo el internet pero con la lentitud del servicio y la saturación de las redes es peor suplicio que un dolor de muelas. Con resultado conocido no me atrae ningun partido en diferido, me basta con un resumen completo. Más satisfaccion me da ver la cara compungida de los amigos merengues.
EliminarTe cuento: pareció un partido entre adultos y chiquilines, nunca me hubiera esperado este desnivel entre equipos parejos en calidad. Esto solo se puede deber a una crisis en el vestuario, me imagino. Benítez deberá trabajar mucho para enderezar el,equipo.
ResponderEliminarJosé Sámano corrobora tu percepciòn de que el 2-6 de hace años fue muy superior, no solo por el nivel del Barza sino tambien de aquel Madrid que dio mas batalla. Benitez la tiene muy dificil, por un lado el ojo omnipresente de Florentino y, por el otro, recuperar la confianza de los futbolistas.
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