Los últimos atrapados, pero faltan los peces más gordos. |
No hace mucho, Su Excelencia, anunciaba pletórico que
Bolivia registraba otro hito histórico que su diplomacia del poncho había
conseguido en el seno de la ONU. Con danzas típicas, mareantes sahumerios, tortas
de harina de coca y otras “estrategias envolventes” habían terminado de atontar
al tontorrón de Ban Ki-moon para que el precepto ético del “Ama sua, ama llulla, ama qhella” (no
robar, no mentir, no ser flojo) sea adoptado dentro del código de honor del
organismo pacifista y, a ser posible, cuelgue de los pasillos marmolados de su
sede en Nueva York o en sus campamentos de los Cascos Azules en África, a manera
de advertencia a sus tropas que en sus tiempos libres gustan de trapichear con
combustible, autopartes y otros recursos de la cooperación internacional.
Uno de los pilares en que descansaba la ideología del
gobierno presidido por S.E. residía en la supuesta reserva moral que atesoraban
los pueblos indígenas recientemente bautizados como “originarios” por esos
exquisitos izquierdosos del viejo continente que desde sus cafetines al aire
libre elucubraban con nuevos proyectos de dominación y soñaban todavía con la
arcadia rousseauniana. Vieron cumplidos parte de sus sueños cuando encumbraron
al indigenizado -a fuerza de pilchas prestadas y ceremonias exóticas- Evo
Morales y a su camarilla de aviesos dirigentes sindicalistas.
Pues la reserva moral duró “lo que duran dos peces de hielo
en un güisqui on the rocks”, mucho menos que lo que tardan los escoceses de las
tierras altas en añejar los sagrados brebajes a los que es afecto S.E. En menos
de nueve años se farrearon esa grandilocuente aureola de pureza e
incontaminación que los precedía como huracán purificador destinado a barrer
los viejos vicios de la politiquería criolla. Cuando el indio llegue al poder
gobernará para sus “hermanos” con justicia y sabiduría, pregonaban los
visionarios profetas de coleta y ojotas. Con tal cometido echaron hasta los
ujieres de Palacio Quemado porque apestaban a rancio colonialismo. Había que
cambiar las cosas profundamente, empezando por descolonizar a las palomas de
plaza Murillo y al reloj del edificio legislativo.
Pero no contaron con que el indio iba a robar a sus
“hermanos”. Casi una década después, el Proceso de Cambio no había sido más que
un vulgar y siniestro relevo de rateros, como apuntó un columnista. No hay ni
una sola institución del Estado que no se haya visto implicada en escándalos de
corrupción, que van desde el sobreprecio en el servicio de té hasta el desfalco
millonario en la compra de barcazas, maquinaria y otros gigantescos contratos. Pero
se lleva la flor del esperpento el Fondo Indígena por las implicaciones
anecdóticas y por el descaro con que fue saqueado.
En menos de una década, el citado organismo recibió más de
500 millones de dólares, como concepto de distribución de los impuestos a los
hidrocarburos (I.D.H.), gracias a la
bonanza de los precios internacionales de materias primas. Lo que en un
principio estaba destinado a paliar las necesidades y atender proyectos en el
área rural, pronto degeneró en auténtico festín de gente allegada a los movimientos
sociales y otros sindicatos campesinos e indígenas adscritos al régimen. En el
papel sembraron y florecieron miles de proyectos, con campos de ajos destinados
a la exportación; relucieron los alfalfares para el mejoramiento de la producción
lechera; pastaron ovejas negras importadas de fino vellocino por todo el
altiplano; y en cristalinos estanques brillaban las truchas arcoíris para
combatir la desnutrición de comunidades empobrecidas. Si por poco construyeron
hasta palacios para emprendimientos porcinos, según denotaban los descargos de
los millonarios desembolsos.
En febrero de este año se destapó la olla del monumental
desfalco. Gran parte del dinero se había esfumado en proyectos fantasmas o en
simulacros de obras mal hechas e inútiles. Otras sirvieron como perfecto
escenario para los cuantiosos negociados. Se puede asegurar que no existe ni un
solo proyecto financiado por el Fondo Indígena que haya sido exitoso y que
continúe en pleno funcionamiento sin el auxilio del Estado. El vapuleado
organismo se había convertido hasta en caja chica para financiar los viajes y viáticos
de dirigentes a cumbres internacionales y para acarrear gente a concentraciones
políticas y desfiles patrióticos.
Pero todo eso era poco comparado con el destino del resto
del dinero. Según denuncias de un senador opositor, casi 100 millones de
dólares fueron a parar a 978 cuentas de banco particulares, y las que estaban a
nombre de los proyectos no pasaban ni de medio centenar. Cuando se le preguntó
al ministro de Economía sobre la insólita situación éste respondió muy suelto
que no había nada irregular y no tenía nada de malo que personas individuales
tuvieran en su poder esos montos ajenos. A pesar de que la legislación prohíbe
el desvío de fondos públicos a cuentas personales.
El escándalo salpicó a una veintena de dirigentes masistas
de todo vuelo, algunos que fungían como miembros del directorio responsable de
autorizar los desembolsos. Como era de esperar, el ministerio público sólo
ordenó el arresto de gerentes y otros funcionarios técnicos. Como si se tratase
de una disparatada película se encarceló a los cajeros pero no a los
asaltantes. Mientras tanto, todos esos dirigentes señalados con nombre y
apellido se paseaban tranquilamente y algunos hasta candidatearon a las
gobernaciones departamentales. Varios de ellos incluso salen impúdicamente ante
las cámaras encabezando las campañas por la reelección del jefazo. Parecía que
se había echado tierra al asunto y más todavía con el cierre definitivo del
fondo.
El tiempo tal cual hasta hoy. De pronto estos días empiezan
a gotear las detenciones. Cae una ex ministra, dirigente de las gloriosas
Bartolinas; detienen a un actual senador; arrestan a un ex candidato campesino
a la gobernación de Chuquisaca, llevado expresamente hasta La Paz por ser
renegado masista. Se sabe que en semanas anteriores detuvieron a dirigentes
menores. Parece una cacería de brujas destinada a lavar la imagen del gobierno
que en su momento se había cruzado de brazos y hasta apoyado públicamente a varios
de los implicados. Este afán repentino de la justicia por actuar responde más
bien a instrucciones del régimen por apuntalar la campaña de reelección de
S.E., empeñado en gobernar por la eternidad, que “si se va, el sol se esconderá
y la luna se escapará… y todo será tristeza” según vaticinó hace unos días el
vicepresidente. Entretanto, todo el mundo se pregunta cuándo se ordenará la
detención de la ex ministra Nemesia Achacollo, que en su reinado como
presidenta del directorio del Fondo Indígena vaciaron sus arcas sin que ella se
enterara. Pero como dicen las malas lenguas, la señora goza de protección especial de S. E. y no hay vuelta que dar.
" Dime de qué presumes y te diré qué te hace falta", reza el viejo proverbio árabe, apreciado José. Tanto insistir en la propia honradez resulta en sí mismo sospechoso. Desde la Constitución de 1991, en Colombia las minorías reciben un tratamiento especial, lo que ha llevado a parte de su dirigencia a creer que tiene patente de corso para incurrir en toda clase de arbitrariedades.
ResponderEliminarAsí andamos en este valle de lágrimas.
Es hasta gracioso que justo en este momento de campaña por la reelección del caudillo, algunos bufones como el vicepresidente estén metiendo miedo a la población con aquello de que “si Evo se va, volverán los ladrones, los corruptos, los vendepatrias, etc”. Claro, la veintena de altos dirigentes del partido involucrados en el desfalco son poco menos que angelitos, los muy pobrecitos tienen la culpa de ser indígenas o campesinos, que son víctimas de campañas discriminatorias y racistas, que tienen de trasfondo socavar o desprestigiar al gobierno, aseguran. Por poco no han dicho que es una conspiración del imperialismo yanqui.
EliminarQué descripción, José. Te agradezco esta lección de cómo opera cierta gente en un país tan paciente y torturado como es Bolivia. El sistema funciona amparado en un juego de sombras y luces mortecinas, con fondo de laberinto de espejos. Nada parece real, salvo la desfachatez de los funcionarios.
ResponderEliminarY es así, tenemos la mala suerte de ser un pueblo caldo de cultivo para diversos experimentos sociales, orquestados por ONG’s y otros organismos internacionales respaldados por países poderosos. Reunimos las condiciones ideales para tales cometidos: pobreza, atraso, marginación, ignorancia, supersticiones, folclorismo, etc; en resumen, insignificancia como país. De tal manera que cualquier vivillo o iluminado hace de las suyas en esta tierra de ciegos. Sueltas unos mendrugos y pones a cantar a unos juglares y tienes a la muchedumbre a tus pies. Vivimos como en una Edad Media con celulares en vez de espadas.
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