Recuerdo que cuando era chico cada jueves de madrugada llegaban
los camiones de Oruro al pueblo donde vivía. Los orureños, a falta de
agricultura siempre han sido sacrificados comerciantes y grandes viajeros dispuestos
a recorrer los poblados más recónditos del occidente del país. Dominaban como
nadie las ferias camineras, y se pasaban media vida encima de los lentos y
viejos Inter R-190, cargados tope a tope con abarrotes, sal en bloques y otras mercaderías.
No había ni salido el sol cuando alguna de estas vendedoras
de pómulos enrojecidos se trajinaba las principales calles con su caja de madera
(de esas de uva chilena) pegada a la cintura y con una pequeña balanza de a
libras. Ofrecía de puerta en puerta pescado recién llegado del altiplano, pejerrey
para ser exactos, un bicho plateado del tamaño de una trucha y de intenso y
desagradable olor según recuerdo. Pero cocinado a la sartén era otra cosa:
rebozado con pan molido o harina y luego profusamente regado con limón constituía
una auténtica delicia. Su carne suave y blanquecina desaparecía entre los dedos
a medida que se escogían las menudas espinas.
Años después, ya mayorcito probé ceviche en La Paz en una
empinada calle de locales peruanos, un tanto reticente por la idea de comer
carne cruda. Ese toque ácido sazonado con cilantro me gustó tanto que repetí
platillo al instante. Luego me enteré que el mejor ceviche se prepara con
pejerrey, y la trucha, el surubí o cualquier otro no le llegan ni a la cola. Y ahora
me entero que hay gente que vende pollo haciendo pasar por pescado en algunas
cevicherías vallunas. Con razón, alguien ya decía que en la espalda de los
cochabambinos se pueden sembrar nabos. Y encima, nos preciamos de ser grandes
sibaritas.
Perdón por desviarme un tanto del cauce. Con el pasar de los
años, fueron mermando los comerciantes de pescado, sé que hace más de diez años
ya no llegan más las cajas de pejerrey al pueblo, coincidiendo con la debacle
del lago Poopó, el segundo lago más extenso del país (84 km. de largo y 55 km.
de ancho) enclavado en el departamento de Oruro. Ni los propios habitantes de esa
ciudad ya no disfrutan de pescado fresco (aun guardo memoria de cómo en
vacaciones, en casa de mi tía Esther cenábamos pejerrey casi todos los días,
preparado de mil maneras por su hábil cocinera). Esa es una de las razones por
las que no vuelvo a Oruro, porque zamparme un rostro asado de cordero no lo haría
ni borracho.
Lago Poopó (en recuadro rojo Orinoca, la aldea natal de Evo Morales) |
Nunca llegue al Poopó pero estuve muy cerca, recorriendo
alguna vez la extensa altipampa orureña con un primo al volante de un jeep. Todo
me aburría, sin un alma a la vista, siluetas interminables de paja brava y algún
cerro a la distancia como paisaje. Cada tanto, remolinos de polvo y el
traqueteo del camino ondulado daban la impresión de estar en otro mundo. La misma
monotonía hasta que aparecía alguna quebrada donde podía divisarse una pequeña
iglesia colonial de adobe y techo ruinoso. Todo en aparente estado de abandono.
Y sin embargo, ver que había algunas palmeras de tronco largo en medio de esos frígidos
caseríos aumentaba mi admiración por la naturaleza.
Y así comentan que los alrededores del lago tenían un ecosistema
particular, con humedales donde crecían totoras y otros vegetales, con patos y gallináceas
silvestres anidando entre los juncos y miles de flamencos andinos paciendo en
sus orillas. No era raro divisar de vez en cuando el suri o ñandú en las cercanías.
Y por supuesto abundaban las especies piscícolas de pejerrey, carachi, e ispi. Comunidades aymaras vivían de la pesca desde tiempos inmemoriales. Hoy el
desierto se ha apoderado del lago y solo quedan algunas lagunillas según denuncian
los lugareños con amargura.
El desastre recuerda exactamente al caso del Mar de Aral, al
que el régimen soviético llevó a la desecación para irrigar sus extensos campos
de algodón y otros frenéticos planes de colectivización de la agricultura. En el caso boliviano, los factores son
diversos aseguran los expertos pero pueden resumirse en tres: calentamiento
global, desvío de las aguas de sus afluentes y actividades ilegales de la minería.
Doloroso es comprobar que en menos de dos décadas una cuenca tan extensa como
la isla de Mallorca ha quedado reducida a una desértica llanura de arena. La región
ya venía soportando sequías cíclicas, como el fenómeno del Niño, que fueron
mermando el caudal de las aguas paulatinamente.
Hace diez años exactamente, y coincidiendo con la llegada de
Evo Morales al poder, pobladores y conocedores del tema ya alertaron sobre el riesgo
inminente de desaparición a consecuencia del manejo irresponsable de la cuenca,
como el desvío de aguas hacia Perú y por otro lado para la utilización de
empresas mineras de la zona. ¿Qué hizo el gobierno supuestamente más ecologista
de la historia? …no movió ni un dedo para tratar de remediar el daño. Al contrario,
el régimen se hizo de la vista gorda todo este tiempo ante el vertido de
desechos tóxicos de las cooperativas mineras y otros grupos ilegales, probables
causantes de la gran mortandad de peces y aves como la ocurrida en noviembre
del año pasado.
Nov, 2014: le echaron la culpa a "vientos huracanados y calor"(La Razón) |
Es insultante que el caudillo se haga erigir un museo
personal de varios millones en su pueblo de Orinoca y, a pocos kilómetros, no
ha invertido ni un dólar para salvar al lago Poopó. Diez años de oír la misma
cantaleta de “convivencia en armonía con la Madre Tierra”. El mismo periodo de
ver a tanto académico imbécil condecorándole, entre otras cosas, por la “defensa
inquebrantable de la naturaleza”. Pedía un lugareño, entre resignado y planteándose
a emigrar como la mayoría de sus paisanos que Evo Morales se acordara de ellos.
Pero hace tantos años que el amado líder les viene construyendo canchas de fútbol
y sedes sindicales. ¿De qué se quejan, si él ha decidido qué es lo mejor para
ellos?
Entretanto, afirman que el gobernador de Oruro y sus asambleístas
departamentales están en plena deliberación para decretar como “zona de
desastre” con todas las firmas y sellos de ley. A plan de papeleo y movilizaciones
de última hora pretenden resucitar el lago o “revitalizarlo”, como diría otro burócrata
de la nueva ola. Ni con los más de cien millones de dólares que calculan
invertir en trasvasar agua de alguna parte se podrá revertir la situación. El Poopó
ya llevaba muerto hace tiempo y nadie se daba por enterado. Gracias a la repercusión
en algunos medios internacionales es que recién se despierta nuestra conciencia
ambiental. A llorar como magdalenas.
Mil gracias por su formidable crónica denuncia sobre la vida,agonía y extinción de este Mar Muerto a la boliviana, apreciado José.
ResponderEliminarLa minería- legal o ilegal- se expande como una plaga por toda América, alentada por todo tipo de mafias, con la complicidad de los gobiernos.
En Colombia- para variar- se ve acompañada de cruentos episodios de violenica, proporcionales al tamaño del botín. Frente al peso de los poderes que se mueven, las acciones gubernamentales no pasan de meros saludos a la bandera.
Ja, le ruego volver a leer la crónica, estimado Gustavo porque usted me madrugó mientras estaba terminando de editar el post, ocurre que siempre se me escapa algun detalle. Efectivamente nuestro segundo lago va a terminar tan salobre como el bíblico, un reducido y auténtico salar quedará de remanente auguran los expertos. El peor desastre ambiental que hemos tenido en años y que lastimosamente recien nos estamos enterando en toda su magnitud.Sobre la mineria,especialmente del oro, periodicamente ocurren enfrentamienentos parecidos a los de su pais. La maldición de los riquezas naturales, creo que dijo alguien.
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