Carnavalesca nación que combate sus complejos existenciales
a punta de baile, coplas y farra. El que
no salta ni vacía la jarra no es boliviano. Una semana de duro bregar con los
alcoholes y con los ahorros muy bien reunidos el resto del año para tirarlos en
un par de días. Se trabaja para carnavalear. Para estrenar traje de baile y
pagar las cuotas a la fraternidad. Para costear el viaje a la Meca del
folclore: si no has ido al Carnaval de Oruro al menos una vez en la vida, no
sabes de lo que te pierdes o eres un hereje. Yo llevo toda la vida sin visitar
a la “Mamita del Socavón” y nunca me he sentido en la necesidad de entrar a su
templo de rodillas, como manda la tradición, para que se me cumpla alguno de
mis anhelos. Yo llevo anhelando que la Virgen se cargue a todos los
carnavaleros y demás fiestacohetillos y hasta ahora no me ha obrado el milagro.
Será que soy hombre de poca fe.
Por fin, después de una semana de tanto darle
a la matraca y escuchar las insufribles trompetas de hojalata, el jolgorio parece
que se va, como agua turbia bajo el puente.
Cuatro días seguidos (sábado, domingo, lunes y martes de carnaval)
decretados como feriado son demasiado premio para un país ocioso y secularmente
atrasado. Como era de esperar, se multiplicaron los accidentes y los crímenes,
se multiplicaron los penes (como diría Maduro) para traer vástagos en tromba e
inflar las estadísticas de enfermedades sexuales, a pesar de los preservativos
repartidos como confeti por las brigadas de salubridad.
Hoy sábado, me toca sufrir el último estertor
de esta abominable enfermedad nacional. Cochabamba para no quedar atrás y no
ser menos al carnaval orureño y cruceño, los más famosos y caros del país, se
da el gusto de celebrar el Corso de Corsos, un bodrio de espectáculo circense
que no tiene ni pies ni cabeza. Pero a quién le puede interesar un collage de danzas folclóricas (la resaca
que viene de Oruro), grupos autóctonos, carrozas costumbristas de mal gusto, regimientos
militares travestidos de personajes bufos y, para continuar con el disparate,
la interminable sucesión de comparsas de Caporales, que cada año se multiplican
como las setas, y cuya vista continuada lastima los ojos, a pesar del tamaño reducido
de las polleritas de sus bailarinas. Hay que estar ebrio para seguir disfrutando
del mismo menú. Y sin referirnos al desorden imperante, los baches de tiempo
exasperantes y la gente que hormiguea sin sentido en todo el recorrido. En fin,
un auténtico carnaval: caos, descontrol, escasos policías, comerciantes
ambulantes, derroche de espuma tóxica, globos de agua y borrachera por doquier.
A mediados de febrero de 1879, el presidente
Hilarión Daza recibió un telegrama donde le informaban que tropas chilenas habían
invadido el litoral boliviano. El gobernante prefirió ocultar la noticia a la
nación para no interrumpir los festejos del carnaval. Luego ya sabemos lo que
pasó. Desde entonces las cosas no han cambiado sustancialmente. Así se caiga el
cielo o tiemble la tierra, siempre habrá mucha gente dispuesta a continuar con
el jolgorio, aun en medio de la tragedia. Son capaces de pasar sobre los
muertos “para que no muera la tradición”, como he oído a menudo a algunos de
sus defensores. Y de hecho, el sábado anterior, en Oruro se vino abajo una
pasarela atestada de gente, matando a cinco personas y dejando heridas a casi
un centenar. Por increíble que parezca la fiesta se interrumpió solo por unas
horas, hasta que despejen los hierros retorcidos y limpien la sangre del suelo.
Luego, las comparsas restantes pasaron en silencio por el sitio y cuadras más
adelante reanudaron sus coreografías al son de sus bandas de músicos.
Por dios, qué terrible puede ser la estupidez
humana: cuatro fallecidos eran integrantes de una banda y además casi anochecía,
y ni así los organizadores tuvieron la sensibilidad de parar el acontecimiento.
Es más, algunos músicos denunciaron que les amenazaron con procesos judiciales
por incumplimiento de contrato y otras acusaciones si se negaban a seguir
tocando. Para descarga de los bailarines, estos confesaron que el presidente de
la Asociación de Conjuntos Folclóricos (ACFO) los chantajeó que si no seguían con
el cronograma, al año siguiente los iban a castigar desplazándolos a los
últimos lugares en el orden de entrada o expulsándolos definitivamente. Desde
luego, no hubo ninguna autoridad civil con los suficientes pantalones para
ordenar el cese de la fiesta, ni mucho menos Evo Morales que llegó en helicóptero
hasta su sitio reservado en el palco oficial y estuvo disfrutando de la
“majestuosa entrada” por varias horas. Sencillamente pudo haber movilizado al
gobernador del departamento, correligionario suyo, pero no lo hizo. Al día
siguiente, se reanudó el baile como si nada, aunque un poco más tarde. Como
sea, más poder tienen la mafia de la ACFO y los votos futuros para el caudillo.
El presidente, como buen orureño no iba a enfadar a sus paisanos. Por otro
lado, está claro que los organizadores no estaban dispuestos a perder la
inversión así por así.
Hoy, por supuesto que se ha de continuar con la
jarana en el valle cochabambino, siguiendo la necia tradición, aun con el recuerdo fresco de la
tragedia de hace un mes cuando un cerro sepultó a catorce pobladores de una
comunidad pobre a escasos kilómetros de la ciudad. El país ha sufrido
innumerables pérdidas en cosechas, animales, casas y vidas humanas y, sin
embargo, las festividades no se han interrumpido, salvo en el departamento del
Beni, azotado por las peores inundaciones de su historia. En el resto del territorio,
las comparsas siguieron con su agenda de actividades y eligieron a sus reinas
para que muevan el culo y manden besos a la multitud. Hasta el ejército escoge
a su reina para hacernos el patriótico favor. Para no pecar de indiferentes,
todo el mundo compró su boleto de solidaridad donando un kilito de arroz para
los damnificados. Con eso nos ganamos el derecho a seguir carnavaleando. ¡Y
dale, que siga la enfermedad!
Bien, José, Era necesario abordar este asuntito d lo bailarines y alegres q -aunque el Beni se ahogue, caigan aludes, el cocalero dilapide nuestros dineros sin control ni pausa y/o muera gente en plena "maravilla del mayor patrimonio oral e intangible de la humanidad"- somos como pueblito.. Terribles los entretelones q cuentas sobre la actitud de los d la ACFO. Para la cárcel, mínimo. Realmente expone a cabalidad nuestra verdadera esencia -un pais d monos festivos- lo q sucedió en Oruro tras la tragedia: se limpió la inoportuna sangre y "cuadras más adelante reanudaron sus coreografías al son de sus bandas de músicos..", puta q superamos incluso al surrealismo más imaginativo!
ResponderEliminarNunca tampoco en mi vida fuí (ni iré) a ver esa "peregrinación" orureña d borrachos y culos a la infectocontagiosa "mamita del gran socavón" (aka virgen anchona). Eso sí, devoto fuí yo como lujurioso mozalbete, d los orondos culos de las míticas cholitas caporalas del Corso cochabambés... Quedan inmutables, mi "devoción" y su objeto, pero en la feliz singularidad del binomio sanamente establecido. Los años pronto evaporaron los restos d mi ya congénitamente escasa paciencia para esperpentos, ahora ni pagado iria a sufrir esa bulla y al gentío. Y es q tb creo q en esos tiempos había una agradable e insobornable coherencia estética entre culo y cara d las cholitas.. Ahora, por lo indirectamente conocido, cualquier desfachatada bagre se siente con derecho d vestir tanga y exhibirse.., mas bien: causar indecibles espantos. Una verdadera degeneración, ya ni respetan la estética..ja!
Ahora, aquello d la lluvia d condones...! Otra joya del surrealismo sub-desarrollado. Hay q ver el orgullo d los doctorcitos del ministerio al mostrar y anunciar los millones d preservativos d regalo.. Como si así irían a cambiar en algo lo prolífico d la plaga humana subdesarrollada. D nada les sirve los estudios a esos idiotas. Uno, como doctorcito, ya en cursos básicos aprende una regla q debiera ser sagrada y d amplio espectro: a las plagas y alimañas se las extermina d cuajo, no se les ofrece celestinos condones promoviendo -implícitamente- a la irresponsable gozadera. Y si se infectan.., mejor! Q se mueran! Sabia es la coherente Naturaleza. Q además, el espacio y la comida ya faltan, y los monos festivos los tenemos d sobra. ¡que la Virgen se cargue a todos los carnavaleros y demás fiestacohetillos! Oremos.
Abrazo.
Qué mas puedo decir a tu generoso comentario, amén, llajatmasi. Por lo menos en tus tiempos las comparsas de caporales no eran tan numerosas y las falditas dejaban mas para la imaginación. Ahora son una verdadera epidemia, cualquier k’aspichaki con tanga se cree reina del universo, mientras le llueven los lascivos silbidos. Con razón, reparten condones como caramelos, la provocación a los borrachines en las gradas es inmensa. “hermosura y sensualidad de la mujer boliviana” dicen los pajarracos que comentan en la tv. Circo que despierta los instintos primarios y nada más. Sobre lo que ocurrió en Oruro, un sobrino que baila en una comparsa de caporales me contó que ellos no tenían ya ganas de continuar el trayecto luego que se enteraron de la tragedia. Algunas chicas estaban llorando, me dijo, pero igual nomas les ordenaron seguir con el recorrido, hasta muy entrada la noche. Eso sí, puedes apostar que nadie va a salir ejemplarmente sancionado. Un abrazo.
Eliminarpreservativos repartidos como confeti por las brigadas de salubridad. de verdad perro????
ResponderEliminaruna cosa rara: come mai questa frenesia di carnevale si è sviluppata tanto in latinoamerica?
in Italia si cerca di fare rivivere (puah) la tradizione data per morta con miserevoli sfilate di bambini.il carnevale di venezia, quello più famoso, è una cosa tristissima di turisti e maschere fatte in cina.io non ho mai saputo nè quando è carnevale nè quando è pasqua. lo noto solo nei supermarket: dolci fritti per carnevale e colombe dolci per pasqua.agli inizi del secolo si facevano feste nei teatri e si faceva festa, moderatamente.i ricchi erano quelli che lo festegiavano. poi è gradatamente scimparso-grazie- e rimangono festicciole scolastiche per i bambini.
comunque, caro Josè, non ti invidio, una tale cascata di folklore e feste ucciderebbe Ercole, a me direttamente in una clinica per malati di mente.
forza amico, che tutto questo finirà
Juro por el rey Momo, estimada Fiore que he visto una vez en vivo, a las brigadas del Ministerio de Salud arrojar condones a las graderías como si fueran caramelos. Es lógico, la mayoría de los espectadores son jóvenes y varones que se ponen a saltar de alegría cuando pasan las comparsas de chicas con faldas muy cortas. Mas la cerveza que corre como agua, a pesar de los controles de la policía, todo se transforma en un espectáculo vergonzoso y además peligroso. En este ultimo corso, se cayeron dos graderías que estaban juntas, el saldo fue de 7 heridos, uno de ellos muy grave que cayó de cabeza. Un año de estos va a suceder una verdadera tragedia y sin embargo, la gente no aprende la lección.
EliminarApreciado José. Según entiendo, en su más pura etimología, la palabra carnaval viene de carro o carroza naval, lo cual , tratándose de Bolivia , no deja de ser una ironía en un país privado de mar.
ResponderEliminarJa, no me diga que interrumpió su vacación por husmear qué hacían los amigos, estimado Gustavo, o tal vez ¿ha vuelto de nuevo al ciberespacio? Pues le cuento que para seguir agrandando la ironía, recuerdo haber visto alguna vez en el corso cochabambino, justamente alguna carroza de las unidades militares adornada con motivos respecto al reclamo marítimo, seguramente para seguir alimentando el sentimiento patriótico, aprovechando la afluencia de gente.
Eliminartambien "Carne, vale!" adiòs carne..???
ResponderEliminarfiore
Gran entrada, José. Me hace pensar en las tragedias barridas debajo de la alfombra por razones religiosas o políticas, pero tu ejemplo de la agresión militar chilena que el presidente ocultó para no enturbiar los festejos del carnaval es, creo, uno de los casos más grotescos de todos los tiempos. Yo también recuerdo con disgusto los festejos de carnaval y su carácter de imposición.
ResponderEliminarA tono con tu comentario, estimado Lalo. Parece que no hemos aprendido la lección, a pesar de que ya pasó más de un siglo de ese grotesco episodio de la historia nacional. El carnaval continúa actualmente con nuestros políticos, aun más grotescos que antes, pues con el episodio reciente de los chavales que fueron a Viña del Mar, a su vuelta a Cochabamba fueron homenajeados en todas partes, estrellándose contra la arrogancia e ignorancia chilena, según pude oír en varios discursos (“estos chilenos nos robaron el mar, ahora nos quieren robar nuestro folclore” dijo un asambleísta y llovieron los aplausos). La guinda en la torta fue cuando efectuaron la condecoración en salones de la gobernación, ahí sobre las cabezas de los jovencitos músicos, se podía divisar un cartel con la leyenda “El mar es nuestro por derecho, recuperarlo es un deber”, viejo lema que nos enseñaban en la escuela. Ya ves cómo somos de grotescos e infantiles, cualquier asunto con Chile es aprovechado para despertar el encono contra ellos.
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